Hablamos de un “flux transfer event” (evento de transferencia de flujo), que conecta al Sol, a 93 mil millones de kilómetros de distancia, con la Tierra, y permite la entrada de una enorme cantidad de partículas de energía.
“Solíamos pensar que la conexión era permanente y que el viento solar podía penetrar la atmósfera de la Tierra cada vez que estuviera activo. Pero estábamos equivocados, las conexiones no son para nada estables. Son generalmente breves, llameantes y muy dinámicas”, dijo David Sibeck del Goddard Space Flight Center de la NASA.
El campo magnético del Sol presiona al campo magnético de la Tierra en su lado más cercano al Sol, fusionándose aproximadamente cada 8 minutos, formando un portal en forma de cilindro a a través del cual pueden fluir las partículas.
Las sondas THEMIS y Cluster han observado directamente estos portales cilíndricos, que llegan a ser tan amplios como la Tierra, encontrando que tienden a formarse sobre el Ecuador y luego se mueven hacia los polos. Los eventos de transferencia de flujos se mueven hacia el Polo Norte en diciembre y hacia el Polo Sur en julio.
Sibeck piensa que la frecuencia con la que están ocurriendo estos “eventos” es el doble de la que se pensaba y que los hay “activos” y “pasivos”, pero que no se sabe bien en qué consisten. Tampoco puede decir por qué suceden cada 8 minutos.
Aunque al parecer no está relacionado, es curioso que la luz del sol tarde 8:18 minutos en llegar a la Tierra. Pensando un poco fuera de la caja e incursionando en la sincronía simbólica, tal vez los portales magnéticos reflejan un ritmo cósmico de inhalación o pulsación: una puerta que se abre y se cierra cada 8 minutos; también, una armonía matemática: el 8 como número que rige la relación entre nuestro planeta y su fuente de energía.
La forma del número 8 remite a dos cosas: a un par de serpientes enroscadas, como en el caduceo de Hermes, y también a las órbitas de los cuerpos celestes.
Es posible seguir jugando y pensar que cada 8 minutos recibimos un paquete de alta energía del Sol, el cual podría reconfigurar nuestro propio campo electromagnético y quizá hasta nuestras células. Como si cada 8 minutos hubiera una ola luminosa en el mar del aire y nosotros, como un surfer que aguarda el momento preciso sobre su tabla, podemos deslizarnos por esa ola hacia la playa.
El trabajo de Paul LaViolette demuestra que el centro de la galaxia emite olas de rayos cósmicos y rayos gamma a diferentes intensidades según un comportamiento cíclico. Estos rayos penetran la heliósfera y hacen que el Sol emita a su vez rayos cósmicos que penetran la magnetósfera de la Tierra. Cada tanto el centro de nuestra galaxia emite una “superola” de partículas de alta energía, la cual podría ser responsable de los grandes cambios climáticos en la historia de nuestro planeta. LaViolette calcula que en los próximos 100 años una de estas superolas debería de estar llegando a nuestro sistema solar. Alrededor de 8 minutos después estaría entrando en nuestra atmósfera transformando la faz del planeta.
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